Alerta roja: mamá primeriza va a la playa
6 May, 2015
por Ana María Medina

Ser mamá es que te inviten a la playa y pongas en google “consejos para ir a la playa con bebé” antes de organizar tu maleta, llamar al pediatra y ponerte a dieta. Yo me leo todos los tips y quedo más triste y aburrida que cuando desempolvo el bikini y me doy cuenta que ya no soy talla s ni 34c. Si uno le hiciera caso a estos consejos, que parecen escritos por alguien sin hijos, uno se ahorraría esa plata y se quedaría en la comodidad de su casa. Te recomiendan no salir a la playa entre las 11 y las 4 de la tarde como si encerrarte a ver televisión, jugar parqués, leer una novela o tomarte un traguito en la sombra fueran opciones posibles con un bebé que se alborota viendo el agua y sólo quiere jugar con la arena. Te advierten que por ningún motivo permitas que el agua del mar o la piscina toque sus oídos o sea bebida, como si fuera muy fácil prohibirles que chapoteen agua como expresión máxima de felicidad.

Te recuerdan que todo el tiempo deben llevar en su cabeza un sombrero y no te advierten que lograr que lo tengan puesto por más de 5 minutos es gracias a una contienda de engaños y promesas. Te repiten una y otra vez que mínimo cada dos horas hay que estarles repitiendo la dosis de bloqueador solar, cuando todos sabemos que si queremos ver hacer show a un niño sólo es necesario acercarnos lentamente con la mano untada de crema y tocarles la cara. O yo soy muy mala mamá o cumplir estos requisitos es para machas. Lolo se levanta a las 8.00, mientras nos bañamos y desayunamos nos dan las 10:00, bajamos a la playa y las horas que tenemos para jugar antes y después de la siesta son preciso esas horas prohibidas. Aparte de todo, le encanta jugar con la arena y por jugar me refiero a comerla, masticarla y saborearla a pesar de mis intentos de obstaculizar el camino entre su mano y su boca. Es feliz chapoteando agua que vuela en todas direcciones llegando inevitablemente a mis oídos, a los de él y a los de cualquiera que tenga la desgracia de estar al lado de nosotros. Y entre juego y juego podría jurar que entre los Vargas Medina nos hemos bebido media piscina y un cuarto de mar con la buena noticia que aún no nos han diagnosticado una infección intestinal. Hace un par de días tuvimos un paseo a la playa y sin haber seguido los consejos de google y en contra de todos los pronósticos regresamos vivos, sin insoladas, sin otitis, sin infecciones e invictos de llamar al pediatra. De mis clases de sociales recuerdo ahora que los críticos de la constitución de 1991 decían que era tan utópica que parecía haber sido redactada para ángeles. Es la misma sensación que tengo con estas listas de tips para ir a la playa con bebé. Y por andar pensando en estos consejos pasamos por alto cosas sencillas que pueden hacernos más fácil la vida en el mar:

1. Bikini straples.

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Este modelo ha sido de mis favoritos por años. El no haber pasado todavía por algún procedimiento quirúrgico que me suba la autoestima y otras cosas, hace que con éste tipo de bikini me vea más plana que Martina García y que deba asegurarme cada 10 minutos que el pezón sigue resguardado del sol. Detalles insignificantes y soportables a cambio de no tener un nudo en la nuca que me talle y unos hombros libres de tiras para broncearse. El problema es que también parecen ser los favoritos de Lolo y ahora las olas no son las únicas que quieren arrebatarlo. Con un bebé ya no hay manera de jugar en la playa sin terminar usando este bikini como cinturón. Si usted es mamá sepa que con este modelo va a tener a un esposo estresado encima suyo diciéndole cada 5 segundos que se tape y a un par de extraños muy sonrientes, complacidos y embobados viéndola jugar en el mar con su bebé. Las etiquetas de los bikinis strapless deberían venir con una clara advertencia: para evitar posibles destapes involuntarios y poco artísticos esta pieza no debe comprarse si se tienen hijos menores de 5 años, llévelo bajo su responsabilidad, procure permanecer bajo la vigilancia de un adulto responsable, o llévese sólo la tanga y finja ser europea que le va a dar lo mismo.

2. Accesorios

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Este mundo capitalista, frívolo y superficial vende los accesorias más divinos para la playa. Yo me antojo de todos, sombreros, gafas, cintas, pañoletas, pulseras, collares, aretes, carteras y hasta maquillaje. Pero ahora soy mamá y, en consecuencia, soy consciente de que cualquier accesorio que me ponga encima es un posible juguete, un arma corto punzante y seguramente un objeto perdido en las profundidades del mar. Ahorremos disgustos, insoladas y pérdidas innecesarias. A cambio pava elegante de $150.000 que se cae con la brisa del mar luzca con orgullo una cachucha de $30.000 que se ajusta de manera más estable a la cabeza. Los aretes, collares, manillas y relojes sólo se ven bien en los catálogos de vestidos de baño, en la vida real dejan bronceados poco atractivos, se vuelven opacos con la continua untada de protector solar y son los objetos más deseados para chupar por los bebés o simplemente halar, herir y botar. Así que mejor evite que el hueco de la oreja se le vuelva una raya, de irritar los ojos de media familia sumergiéndose en el mar buscando algo que la corriente ya puede tener en Australia o incluso de atragantar a un pobre pecesito hambriento. Lleve un buen par de gafas pero no las más caras porque la arena deja unas hermosas rayas en sus lentes, las olas se las pueden robar o, si tiene un sobrino caspa, puede perderlas porque a él le pareció divertidísimo tirarlas lo más lejos posible a ver quien las podía encontrar. Acuérdese que menos es más y nada mejor que lo natural para rimar con playa, brisa y mar. Así que, sea a no sea mamá, desmovilícese y renuncie al maquillaje, uno cree que se ve como la modelo de sports illustrated cuando en realidad se ve más tibia y sin bañar que una ruana de lana virgen y, de paso, con esa pestañina grumosa y base revuelta con sudor revela todos esos años que maquillándose pensó que podía negar.

3. Bronceador

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Todas soñamos con un bronceado que amerite que nos canten ese famoso jingle de hace años que decía “mira su color dorado tan intenso…” y para esto nuestro amigo fiel ha sido el bronceador. Tenemos metido en la cabeza que entre más aceitoso sea y menos valor numérico tenga en su etiqueta más rápido y fácil lograremos nuestro cometido. Ideas erradas que nos garantizan insoladas épicas. Ser mamá es, entre otras cosas, renunciar estoicamente a esas tandas de bronceo en las que uno se echaba a dormir y se paraba escasamente a recibir el siguiente margarita, echarse agua, cambiar de lado y, si ya no podía más con el calor, buscar una sombrita. Con hijos uno puede fácilmente recibir el triple de sol pero por estar jugando no se da cuenta como poco a poco sus hombros se van achicharrando. La verdad es que con o sin hijos el mejor aliado es el bloqueador, pero si usted es mamá usarlo en vez del bronceador no es una opción sino una obligación. Créame que es la única manera de no ser la fiel copia de Patricio el amigo de Bob Esponja (apodo que se ganó mi hermano mayor en estas vacaciones). Además del bloqueador no sobra buscar a ratos la esquina de la piscina donde haga sombra, usar una buena cachucha y para los chiquitos nada mejor que esos vestidos de baño de buzo enterizos que los protegen del sol y de paso reducen de 10 a 5 lágrimas el proceso traumático de untarles bloqueador por todo el cuerpo a cada rato.

4. La fotografía perfecta

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A menos que usted viaje con un umpa lumpa que sea fotógrafo profesional, con al menos 2 años de experiencia, que se dedique estos días de playa a perseguirla a usted y a su familia para captar el momento exacto, que le corrija el brillo con un pañuelo, que tenga una cámara con lentes intercambiables, que le ponga icopor blanco debajo de la cara si lo necesita, que le controle el frizz y que le borre el gordito con photoshop: Olvídese de lograr la fotografía perfecta. Por culpa de seguir en Instagram a mamás modelos como Giselle Bunchen uno cree que esa foto familiar en la playa es pan comido… pero en la que el bebé no sale llorando a usted se le alcanza a ver una sombrita de pezón, en la que el bebé mira sonriente a la cámara a usted se le ve el gordito que odia, en la que el cielo se ve azul y ese pájaro volando a usted se le ve el pelo afectado por la humedad y los poros abiertos y sudados en su máxima expresión y en la que usted sale medianamente decente el bebé sale vomitando parte del agua que ha tragado todo el día. Así que relájese para que el paseo no se le vuelva buscar fotos perfectas sino pasar momentos inolvidables, porque de usted depende que en unos años su hijo vea una foto genial y se acuerde como lo obligaron a tomársela o que vea una foto normal y se acuerde de lo sabroso que la pasó ese día en la piscina con usted.

5. Pañales de agua

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Los pañales de agua son el gran aliado de los paseos a la playa y en mi pañalera nunca faltan. Están diseñados para no hincharse cual pez globo al contacto con el agua y además, después de las pastillas de azúcar, son el mejor placebo inventado por el hombre. A las mamás nos dan tranquilidad porque juramos que gracias a algún tipo de tecnología de punta los miados del bebé mágicamente no pasan a la piscina (jua). A los otros turistas les dan seguridad y confianza para nadar en la misma piscina sin la angustia de ser abordados por un mini bollo flotador o tragar agua con cloro y miados inodoros de bebé. Pero si usted es mamá y ha pasado más de 3 vacaciones en el mar como yo, sabe que con estos pañales no se puede bajar la guardia. Si bien logran su misión de brindar comodidad al bebé no cuentan con un nivel de agarre y contención del popis 100% efectivo. La experiencia me ha enseñado que al menor indicio de posible número 2 (en mi caso Lolo hace una sonrisa de boca cerrada con belfo y enrojecimiento de mejillas) lo mejor es salir de la piscina, buscar refugio y controlar la situación alejados del agua. Créame, los sólidos se ablandan con el agua y con las altas temperaturas.

Disfrute sus días en el mar que ver a los hijos felices no tiene precio, eso sí, no se le olvide sonreír y hacerse la güevona todo el paseo porque haga lo que haga la van a criticar. Poco importa que su hijo se haya portado divinamente todo el paseo, la van a criticar por esos 5 segundos que lo vieron a grito herido. Poco importa que usted haya estado pendiente todo el tiempo de su bebé, la van a criticar por ese segundo que miró al horizonte y lo hizo tragar agua. Poco importa que le haya echado bloqueador sagradamente cada 2 horas, la van a criticar porque el niño tiene los cachetes rojos. Poco importa que sean las 12 y caiga el sol en pleno, la van a criticar por no quitarle nunca el «neopreno» y no dejar que el niño reciba sol de verdad. Poco importa que usted sepa que el coche es un estorbo porque no rueda en la arena, la van a criticar cuando la vean alzar al bebé y acostarlo en un colchón de toallas. Poco importa que usted haya sido precavida y haya llevado un paquete de papas como snack, la van a criticar por no haber llevado más bien una porción de papaya. Y poco importa que esas abdominales hayan sido efectivas, la van a criticar cuando la vean en vestido de baño. Pero mucho menos importa que la critiquen porque usted está en el mar y como dice la canción ahí la vida es más sabrosa.

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3 Comentarios

  1. paola

    Super soy mamá de una hermosa princesa y a parte primeriza y encima joven y leerte ha sido de gran ayuda amoo los martes de post parto…

  2. Johana Ardila

    Yo AMOOOO los Martes de Postparto!!!

  3. Liz

    Jajaja como siempre buenisimo!!!
    Viajar con un umpa lumpa, no solo para la foto, sería genial…