Querido papá, sonría y hágase el…
14 Jun, 2016
por Ana María Medina

Somos dramáticas y exageradas por naturaleza. Cuando estamos solteras, éstas características nos vuelven desesperantes, cuando estamos entusadas hasta la mejor amiga nos huye, cuando nos casamos nos pueden hacer hasta firmar un divorcio. Pero  cuando nos volvemos mamás, es cuando en realidad el asunto crece a proporciones espeluznantes. El dramatismo, la exageración y la locura se elevan a una potencia que no me enseñaron en el colegio. Valga la pena aclarar, que me gradúe de uno más bien mediocre, así que puede que mi anterior frase no tenga ningún sentido. Lo cierto es, que somos tan sentimentales, tan entregadas, tan locas que creemos que la maternidad es mucho más complicada y desafiante que la paternidad. Para sobrevivir la familia nuestra y la de él, las amigas preguntonas y los desconocidos metiches, hemos aprendido a sonreír y hacernos las güevonas. Pero ni por medio segundo nos hemos detenido a pensar si ellos, los padres, nuestros adorados y en este caso abnegados 10%, también han necesitado sonreír y hacerse los güevones. Creemos que ellos, los padres, la tienen fácil, que no sufren, que van en coche, que no aprietan nalga como nosotras y, aunque nos cueste creer lo que voy a decir a continuación, estamos equivocadas. Ellos sonríen y tragan entero incluso más a menudo que nosotras. Ellos respiran y cuentan hasta 10 porque, aceptémoslo, a veces vivir con la versión nuestra después de un hijo no es algo sencillo. Yo le admiro a los hombres, más que orinar parados, la facilidad para no darle mayor trascendencia a las cosas. Esa envidiable manera de no tomar una indirecta, por directa que sea, personal. Esa singular manera de olvidar rápido las cosas que no importan, así en ese proceso también se les cuele uno que otro dato importante. Esa torpeza para mentir con tal de no armar un zaperoco. Yo les quiero agradecer las mil y un veces,  aunque acá sólo me caben cinco, que sonríen y se hacen los güevones con tal de vernos felices o la menos tranquilas.




  1. “Amor, ¿en serio otra vez con el celular?

La verdad: Nosotras también nos pegamos al celular como babosas a una pared, pero somos más disimuladas, o al menos eso creemos. Pero verlos a ustedes pegados a ese aparato, así sea porque están escribiendo un mail al mismísimo Presidente de la República, nos saca de casillas. Nos transformamos en esa mujer que nadie quiere cerca y le damos rienda suelta a frases como “si has estado toda la tarde en la oficina ¿cómo es posible que llegues a enajenarte con ese celular y no le juegues al niño?” “otra vez con ese verraco celular” y otras peores en las que nos victimizamos de la peor manera “es que ya no nos pones cuidado” «es más importante un aparato que nosotros».

Lo que quisieran contestar: Eh, hasta en la propia casa de uno lo joden

Lo que usted debe hacer: Sonría y hágase el güevon y SUELTE DE UNA VEZ ESE JIJUEMADRE CELULAR!.

  1. “Amor, ¿esterilizaste los teteros?”.

La verdad: No. Ustedes no desarrollan con la llegada del bebé el trastorno obsesivo compulsivo por la limpieza, pero en cambio la practicidad, esa misma que a nosotras a veces nos hace falta, les dictamina cada movimiento. Esa practicidad, que nos hace querer ahorcarlos por momentos, hará que no esterilicen un tetero a las 2 de la mañana o más de una vez en un día. Hará que no cambien un pañal, que se cae por su propio peso de los miados, si los dejamos toda una mañana con el bebé porque el comercial dice que aguantan hasta 12 horas. Hará que si les pedimos que empaquen la pañalera, la olviden en casa o no incluyan el objeto preciado del cual la pañalera hereda su nombre, el pañal.

Lo que quisieran contestar: No, ¿para qué?

Lo que usted debe hacer: Sonría y hágase el güevon. No se exponga a una cantaleta sobre bacterias, orden, cuidados mínimos del bebé y las expectativas que tenemos depositadas en usted como papá.

  1. “Tu eres mi 10%”.

La verdad: No son nuestro 10%. Son nuestro todo, aunque a veces parezca que el bebé los ha desbancado. Desde la tribuna a veces también se sufre y más de una vez durante el embarazo, el parto y la cuarentena estoy segura, sintieron la impotencia de no poder ayudarnos a cargar un poco de dolor. No son el 10% porque más menudo pierden la batalla contra nosotras de ir por el retoño a media noche a la cama. No son el 10%, porque por alguna burla del destino casi siempre, aunque hay algunas afortunadas que pueden decir que no, el bebé es igualitico a ustedes. No son el 10% porque sin ustedes nuestro 90% pesa demasiado.

Lo que quisieran contestar: ¿Así? ¿Qué dijo primero mamá o papá? ¿Quién limpió el vómito del suelo a media noche? ¿Quién se hizo el fuerte para que tu no te estresaras y el bebé no se asustará? ¿Quién se escapa de la oficina para acompañarlos al pediatra?

Lo que usted debe hacer: Sonría y hágase el güevon. Usted y nosotras sabemos que el término 10% está impregnado más de amor que de cualquier otra cosa. Síganos la corriente y háganos sentir imprescindibles.

  1. “Amor, quiero otro bebé”.

La verdad: Puede que ya lo haya pensado, puede que le den ganas pero cuando lo oyen de nuestra boca sienten pánico y tienen pesadillas con una hoja de excell durante semanas.

Lo que quisiera contestar: ¿Otra vez quieres pesar 20 kilos más? ¿Ya se te olvidó lo que lloraste con la lactancia? ¿Estás segura que quieres volver a no dormir por la noche? ¿Sabes cuánto valen los colegios?¿Te recuerdo como son los primeros días y los primeros meses?¿Es posible querer tanto a otro hijo como al primero?

Lo que usted debe hacer: Sonría y hágase el güevón.

  1. Amor, ¿te gustaba más mi cuerpo antes del bebé?”.

La verdad: Si y no. Antes podríamos estar menos fofas, con las tetas más rellenas, con cero estrías y más juventud. ¿Y a quién lo le gustaríamos así? Añorar la silueta que teníamos es una estupidez si para recuperarla, tuviéramos que renunciar a la dicha de ser mamá. Esos detalles de nuestro cuerpo que ahora nos atormentan a ellos ni los inmutan. El amor es una cosa tan extraña, y por extraña quiero decir maravillosa, que siempre hará que nos vean por el ángulo que más nos favorece.

Lo que quisiera contestar: Me gustaba antes y me gusta ahora. Puede que si te comparo con las fotos que me mandan mis amigos al grupo de whatsapp, de grillas haciendo cochinadas, estás en clara desventaja, pero nadie quiere envejecer al lado de alguna de ellas. (o si?)

Lo que usted debe hacer: Sonría y hágase el güevón, y de paso apretújenos como adolescente en rumba de pre-icfes a las 3 de la tarde y háganos sentir más perfectas que Giselle Bünchen.




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1 Comentario

  1. Alejandra Chacón

    No me puedo sentir más identificada con este escrito ! ? Somos perversas antes durante y después del parto! Son más del 10% pero sin ellos a quien le damos cantaleta!